Paso a paso
Estoy de viaje. Hace años que emprendí una marcha en el que los pasos que voy dando me van revelando que hay infinitos caminos por los que andar, y las circunstancias que se presentan me van mostrando piezas de un puzle que al colocarlas aclaran la imagen. Son incontables la cantidad de fracciones que la componen, tamaños y formas desdibujan cualquier patrón. Es un misterio que se va desplegando en el lienzo de mi vida y tiene un sabor extraño que, al degustarlo se producen en mí remembranzas de siglos de vivencias condensadas en un destello que se muestra en forma de recuerdo.
El viaje del que hablo comenzó con un paso, a este le siguió otro, y en la secuencia comprendí que al mirar atrás avanzaba. La referencia temporal/espacial era una traducción y eso me servía para afirmar que lo que veía era mi verdad.
Los recuerdos afloran desordenados, modificados, casi reinventados y manipulados por lo que creí haber vivido. ¿Entonces qué me confirma la experiencia? Porque si de ella me valgo para funcionar, los cimientos que la conforman son tan frágiles como mi memoria.
Si el siguiente paso a dar está apoyado en el cúmulo de experiencias vividas y estas no se sostienen en nada sólido, el mundo a mi alrededor se convierte en una imagen de flujo energético que vibra en una sintonía que se me antoja descifrar.
Empecé a jugar al juego de las infinitas posibilidades y a observar cómo, en algún punto, surgía la inercia de agarrarme de algo que me salvara. Trabajo, familia, parejas, amigos, alguien que me diera estabilidad, seguridad, respeto, reconocimiento, amor, aquello de lo que yo creía que carecía. Pasaba de ser un juego a un drama, de un sueño a una pesadilla. Se volvió apasionante. Cuanto más me adentraba en los intrincados recovecos de las justificaciones y las trampas más confusión se revelaba delante de mí, cuanto más crecía más vacío. Un vacío cargado de simplicidad y de luz.
Continúo con el viaje. Los pasos ya no son ni hacia adelante ni hacia atrás, ya no hay una ruta predeterminada a la que aferrarme, porque no tiene sentido existir pretendiendo ser o anhelar ser, cuando ya estamos siendo. Es tan simple que preferimos complicarlo para no ver.
Me resulta estimulante encontrarme en el camino con personajes y escenas que me retan a confrontar con mis propias farsas. Nos vemos aferrándonos a ellas cómo si fuéramos a caer al infierno más aterrador. De él saltan los resortes que ordenaban las mentiras desenmascarando el miedo a vivir despiertos.
Escrito por Mariana Barrios
Relato perteneciente al libro "La verdad que habita en ti"
