La espera

Hoy tocó aprender que en una espera hay mucho para ver. ¡Cuantos pensamientos sobrevuelan mi cabeza! Intento entender por qué el otro no respeta mis tiempos. ¿Yo respeto mis tiempo? Me pregunté automáticamente. La respuesta fue un largo silencio. Hay delante de mí una escena de falta de atención y cuidado. ¿Yo me atiendo y me cuido? Escuché la pregunta resonar en el fondo de mí. Veinte minutos de retraso y aquí estoy esperando a que me atiendan. Esta espera desespera al querer controlar el tiempo y me ofrece un espacio para que germine una nueva visión que se muestra a través de esta escena. ¿Qué pienso? Que me doblego si me quedo, que no vale mi tiempo, que mejor sería revelarse ante el atropello, que se habrá olvidado de mi... ¡Qué curioso! Se agolpan las ideas, las sensaciones, los reproches y forman una rebelión que me permite ver lo que se muestra fuera. Pero la irritación se incrementa cuando los pensamientos me susurran lo incomprensible que resulta que se haya retrasado y no me haya avisado. ¡Indignante! Repiten al unísono. Observo. Las viejas indignaciones que hacían fila desde hace muchos años y las que habían sido ignoradas alzan las manos para ser atendidas primero. ¡Incomprensible! Gritaron las voces furiosas. Cientos de incomprensiones que no habían sido escuchadas se sublevan y se amotinan. Aquí y ahora. En este mismo instante en el que espero aprovecho a escribir estas líneas. En esta espera es cuando puedo profundizar en este juego de verme desde la neutralidad. ¡Cuánto por ver! La mente sin tiempo no da lugar al sufrimiento, dice Eckhart Tolle. Ahora lo que sucede es perfecto si me doy el permiso ver mas allá de lo obvio.

Escrito por Mariana Barrios